viernes, 2 de mayo de 2008

Palabras sin significado, nº1, "parranda"

Cuando Alfonsito me contó que en Francia ir de parranda era meterse en un centro comercial, yo me sonreí, y pensé, “estos gabachos, qué europeos son, qué cutre, aquí no va a pasar”. Yo aún creía en la idiosincrasia latina del sano tapeo a la luz de la luna.
Fue hace no mucho, siete años, creo, porque estábamos en Gijón. Dosmilquinientos días, y en mi ciudad la gente hace cola en un atasco cada viernes por la tarde para hacer un poco de compra, ver ropa, pasear ropa, y comer al aire preso en una terraza con vistas a las escaleras mecánicas. El parking luce también alerones, letras chinas, lunas tintadas, florecitas blancas y música basura.
“El escaparate -pienso- está a este lado del cristal”. Estos maniquíes del Zara se tienen que partir de risa cada viernes, desde que algún peluquero sin alma convirtió a los niños pera en pequeños Harripottas con flequillo imposible y jerseys de marca tonta y colores punibles por ley. “Pero, ¿quién es Tommy?”.

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